Continúa el misterio en torno a cuál fue la causa de la explosión en la sede central de Pemex. El Gobierno mexicano ha mostrado su determinación para averiguar el origen del accidente que mató al menos a 33 personas e hirió a más de un centenar y aseguró que no descarta ninguna hipótesis. Las especulaciones que se han barajado van desde un ataque a un escape de gas o el estallido de una caldera.

Los equipos de salvamento continuaban el viernes extrayendo los cuerpos de las víctimas en el rascacielos. Los empleados rechazan algunos supuestos. Uno de ellos explica que no pudo ser un atentado porque él no escucho ninguna explosión tan solo, dice, se vino todo abajo.

El presidente Enrique Peña Nieto se trasladó ayer al hospital para visitar a los heridos. El desastre en la petrolera estatal va a ser uno de los primeros exámenes serios a su capacidad de gestión.

La compañia representa un tercio de los ingresos del Estado pero ha sido protagonista de muchos desastres debido a las carencias en la seguridad. Tras el último suceso, en el país han sido declarados tres días de luto oficial.