Port Said
© APJusticia. Hinchas del equipo Al Ahly celebran el veredicto dentro de las instalaciones del club en El Cairo.
La condena a muerte para 21 acusados por su implicación en la masacre del estadio de Port Said en febrero 2012 actuó como un balde de combustible sobre la hoguera en que arde Egipto, inmerso en una gravísima crisis que se cobró al menos 31 vidas. Los familiares de los detenidos y los seguidores del club de fútbol Al Masry reaccionaron con ira en Port Said a la decisión de un tribunal penal de recomendar la pena de muerte para 21 de los acusados.

El juez ordenó trasladar sus expedientes ante el mufti (máxima autoridad religiosa del país), quien deberá emitir un dictamen, y el tribunal dará a conocer la sentencia definitiva el próximo 9 de marzo.

Mientras en la sede de la Academia de Policía de El Cairo, las familias de la víctimas estallaban de júbilo, en Port Said una multitud se dirigía a la prisión para tratar de asaltarla. Mientras la situación en Port Said se convertía en una pesadilla, en El Cairo continuaban las manifestaciones y los choques con la Policía en torno a la Plaza Tahrir y el Ministerio del Interior.

Telón de fondo

Un juego bañado en sangre

El primero de febrero de 2012, 74 personas murieron y 254 resultaron heridas en los brutales enfrentamientos en el estadio de Port Said entre los seguidores del club local, Al Masry, y los del club de la capital egipcia, el Al Ahly, el equipo más popular del país, y cuyos aficionados son a menudo protagonistas de disturbios con las auroridades e hinchadas de equipos rivales. Los disturbios se extendieron por la ciudad, donde fueron incendiados vehículos y los aficionados causaron destrozos en negocios.

Los jugadores de Al Ahly y sus aficionados se refugiaron en los vestuarios, desde donde pidieron el envío de helicópteros ante el temor a nuevos ataques si regresaban a El Cairo en autobús. La Junta Militar ordenó enviar dos helicópteros del Ejército a Port Said para evacuarlos.